jueves, febrero 19, 2009

Visitando las fauces de Georges Bataille

Georges Bataille escribió "el azul del cielo" , una corta novelilla muy intensa, muy sabia, con esa virtúd de agarrarte del cogote desde el inicio, como para no soltarte nunca. Cuchillo en mano voy abriendo sus páginas y uno se encuentra, por ejemplo, con esto:

1)En un tugurio del Barrio Londinense, en un lugar heteróclito de lo más sucio, en el sótano, Dirty estaba ebria. (G.B).

¡¡Un gran hijo de puta!!, de esos que dices: porqué el puto Dios no nos regala masquesea una pizca de su talento y dejar así nuestra miserable minusvalía de ser unos buenos para nada.

Sigo con el cuchillo pasando la página y de pronto su filuda punta se detiene en esto:


2)Lo sé. Moriré en deshonrosas circunstancias. Hoy disfruto de ser objeto de horror, de asco, para el único ser al que estoy unido. (G.B)

Mierda, qué gran tipo, y pensar que a este hijo de puta lo he tenido olvidado por un buen tiempo a merced del polvo y las polillas, sin saber que podía alegrarme el verano y hacerme olvidar la horripilante canícula limeña.

Luego, muy luego, el cuchillo pasa la página y se detiene en la siguiente frase con que se inicia un nuevo capítulo:


3)Durante el periodo de mi vida en que más desgraciado fui...(G.B)
Nada: jodánse, cómprense el libro, no cuesta mucho, léanlo por la noche que es cuando más se disfruta al franchuta, y U-Boot!




miércoles, febrero 18, 2009

Carlos Perozzo y la Literatura

Revisando viejos documentos bajados años atrás de la internet encuentro una entrevista que le hacen al escritor colombiano Carlos Perozzo. Carlos Perozzo, escritor sesentero, debe ser el escritor menos conocido en Latinoamerica (como se dice: un Best Seller de las minorías) incluso para los colombianos. Pero quienes lo han conocido a través de sus libros (Hasta el sol de los venados/ el restos es silencio/ y la O del aserrín) sienten un entrañable lazo de amistad y enseñanza. El bajo perfil, la blanquísima guayabera del verano, y ese "aroma de paraíso perdido" que siempre nos retrata, es suficiente para convertir al señor Perozzo en el más fascineroso de nuestros cómplices.

Con arreglo a esto debo decir lo siguiente: algunas veces, muchos de nosotros, simples y acojudados lectores, se ha preguntado lo siguiente: ¿para qué mierda sirve la Literatura?. Sobre el particular extraigo esta respuesta del Señor Perozzo, sostenible y valedera:

Entrevistador:¿Sirve para algo la Literatura?

C. Perozzo: Sirve lo mismo que sirve un grillo, un clavel, una cascada, el canto de los pájaros, ¿podríamos vivir en un mundo sin novelas, cuentos o poemas? ¿o sin pintura o música? yo por lo menos no. Pero por lo que veo, y si mis ojos no me engañan, la gente que viene parece estarse preparando para hacerlo.

No hay en Lima libros de Perozzo, al menos no he visto en los huecos donde suelo comprar libros. Pero si por alguna casualidad de la vida pisa tierra colombiana, no dude en adquirir sus obras.

martes, febrero 17, 2009

Todavía sigo buscando a Claudia Elena de Andreis

S
i alguien sabe su paradero (e-mail) por favor avisar, no se comporte como un hijodeputa. Para mayor seña: es colombiana. Ayer nuevamente me topé con un poema suyo: "aún hoy". Ese poemilla se ha convertido en mi pesadilla, porque los buenos poemas se convierten en tu pesadilla, porque te atormentan, porque siempre la recuerdas , porque nos importa un carajo la opinión de los otros.

Y cuando un puto poema se convierte en tu pesadilla es señal del buen camino recorrido. Para mí es un poema perfecto, y, como dije arriba, me importa un pito lo que opine el resto. Porque es justamente eso: el resto. Copio aquí (cuantas veces sea necesario):



AUN HOY

Las historias no sirven
Las geografías tampoco
Mucho menos las tijeras
Ni las cintas de enmascarar
No los carros, no las ruedas
Menos aún los barcos los aviones.
Tampoco los políticos, tampoco los
Misioneros,
Peor aún los médicos y/o enfermeros.
No sirven los hijos que no han llegado
No sirven los padres que ya murieron
Ni los hermanos ni los amigos ni los
Desconocidos
No sirven los taxis los teléfonos
públicos
los policías el honor los mensajeros el
servicio postal
Ya nada sirve.