viernes, septiembre 19, 2008

El peruano perfecto: Mario Montalbetti...

Mario Montalbetti me llegó vía un correo electrónico. En realidad debió llegar con una carta sobre la cual debía estamparse un beso de carmín vía Aero México. Pero no. Llegó con un frío mensaje que despachaba amor y ruptura: ahí tienes a mi sucia debilidad, es peruano y es mejor poeta. Yo, como todas las cosas que ignoro, había ignorado la existencia de este poeta hasta que lo leí y me compré sus libros. Supe entonces que el peruano perfecto vivía en Arizona, que daba clases de filología en un claustro Universitario en medio del calor que supone el desierto, y que podría morir como filólogo y no como poeta. Decidí entonces que, por más irresponsable/ solitaria/ pasional/ unilateral/ y sin-importancia sea mi opinión (una constante en mi vida), debía considerarlo como unos de los poetas vivos más importantes que tiene el Perú. Si creen que exagero, lean esto:

Tucson (sin fecha). Este desierto

Horrible se interpone una vez más

Entre nosotros. Es malo escribir,

Saber que no nos veremos, para que solo

Lo bello duela. Pero así es. La guerra

Ha tomado los puentes, las salas de cine.

Mis sueños están sucios de tu sangre.

Espero el fin del desierto, el fin

De la guerra. Los juicios por los crímenes.

Jamás olvides que un acto de amor

Está más allá del bien y del mal.

Entonces te veré. Siempre tuyo, (sin firma).

PD.-Hasta aquí todo está bien, es bueno saber de la existencia de poetas como Mario (un poeta de bajo perfil, solitario como un hongo) porque nos otorga una mejor alternativa frente a la figuración, la demagogia, y el puro arribismo de ciertos poetas como, por ejemplo, ese tal Tulio Mora, mejor datero y chismoso, que poeta.

Leblón....

Ser portero en un edificio resulta más interesante que ser abogado (la verdad sea dicha aquí). A mi me hubiera gustado ser simple portero de un edificio en Leblón, Rio de Janeiro, entre otras razones por la inmensa belleza que Leblón ofrece a mis ojos. A diferencia de Lima en Río de Janeiro el mar es paso obligado para todo ciudadano o turista, porque todo Río de Janeiro conduce al mar, a la larga avenida Atlántica, y todo habitante de Río se siente dueño de esa inmensa parte del océano. Ahí se empatan y se hermanan el aroma de la lujuria y de la pólvora. Por la avenida pasea el oficinista que salió a dar un respiro/ el estafador/ el ejecutivo más ricachón del Brasil/ el artista/la amante/ la prostituta/ los travestis/ los pistoleros de la favela/ y las hermosas adolescentes cariocas que alegres y matadoras caminan con ansias de descubrir qué o a quién. En esta ciudad escasean los suicidas y yo, un simple gordinflón sudamericano, un abogado metido en líos (aprendíz en el viejo, pero duro arte del funambulismo) que se había convertido en un aficionado snob al tabaco en pipa, contemplaba aquella ilusión con una destemplada, pero vital, ociosidad. /Rio de Janeiro, 20 de Septiembre del 2007/.

PD.-Esta ociosa y vana estampa Carioca la escribí en un día muy caluroso de septiembre del 2007 mientras me tomaba una cerveza en un Barcito (con terrazas para sapos y solitarios expectadores) bien simpático de Leblón/Rio de Janeiro (en tanto mataba el tiempo a que mi mujer llegase de hacer sus compras y malgastar el dinero). La foto la arranqué casi pidiendo una súplica, pero valió la pena.


jueves, septiembre 18, 2008

Obituario: sobre la muerte de David Foster Wallace...

Visitando la página virtual del diario el País de España encuentro un artículo escrito por un tal Eduardo Lago sobre la reciente y sentida muerte del escritor David Foster Wallace; los datos que ahí se escriben informan mucho sobre la tendencia suicida del escritor. Creo que, a estas alturas del partido, con un planeta embobado, descalabrado y de fin sombrío, muchos encuentran (al margen de las manías psíquicas de cada uno) en esa forma de morir, como un simple y elemental derecho de elección sobre el cual ejercen plena y absoluta libertad. Copio aquí el interesante artículo que recomiendo leer :

David Foster Wallace, de 46 años de edad, el mejor cronista del malestar de la sociedad norteamericana en la época a caballo entre los siglos XX y XXI, apareció ahorcado en su domicilio de Claremont, California, el viernes, 12 de septiembre, por la noche. El cuerpo fue descubierto por la esposa del escritor, Karen Green, que inmediatamente se puso en contacto con la Policía Local. La noticia se hizo pública 24 horas después, y ha causado una fuerte conmoción en la comunidad literaria estadounidense, que se debate entre la consternación y la incredulidad.

Una de las notas más persistentes entre quienes escuchaban la noticia por primera vez fue el recuerdo de que hace unos años, el propio escritor pidió que lo internaran en una unidad de vigilancia hospitalaria pues no se sentía capaz de controlar su pulsión suicida. Foster Wallace era un personaje muy querido tanto por sus estudiantes y colegas de la Universidad de Pomona, donde impartía clases de escritura creativa, como por sus compañeros de oficio. Tal vez uno de los rasgos más llamativos de su personalidad fuera el contraste entre el afecto que inspiraba en cuantos trataban con él y su marcada propensión a sumergirse en estados de ánimo sumamente sombríos.

Nació en Ítaca, en el Estado de Nueva York, en 1962, hijo de profesores universitarios, su padre de filosofía y su madre de literatura. Sus primeros libros La escoba del sistema (1987) y La niña del pelo raro (1989), escritos cuando tenía veintitantos años, llamaron la atención por la fuerza incendiaria del lenguaje y la radicalidad de sus planteamientos literarios.

El interés se elevó a asombro con la aparición en 1996 de la monumental La broma infinita, edificio narrativo de más de mil páginas, que contaba con un complejo aparato de varios centenares de notas, muchas de considerable extensión. La novela adquirió el estatus contradictorio de ser considerada una obra de culto, pese a que gozó de una extraordinaria difusión. El consenso, sobre todo entre los escritores, es que se trataba de la novela más audaz e innovadora escrita en Estados Unidos en la década final del siglo XX.

A los críticos les resultaba difícil encasillar a un autor como David Foster Wallace, pues se salía de los límites de lo estrictamente literario. Su estética remitía a referentes tan dispares como la obra del cineasta David Lynch (Wallace escribió una crónica memorable sobre el rodaje de Lost Highway) o los comentarios de alguien tan improbable como el célebre icono de la televisión estadounidense David Letterman.

Punta de lanza de una generación literaria que incluye nombres como William T. Vollman, Richard Powers, A. M. Homes, Jonathan Franzen o Mark Layner, una generación convencida de que la circunstancia vital de nuestro tiempo no se puede explorar desde la estética periclitada del realismo, la obra de Foster Wallace supone una forma radicalmente nueva de entender la literatura.

Sus estructuras narrativas son consecuencia directa de la sensibilidad de nuestra era; reventando los códigos estéticos de las generaciones precedentes, su prosa tentacular mimetiza los sistemas del paradigma cultural en que vivimos: el vértigo de las comunicaciones, el exceso de información, la influencia de las grandes corporaciones financieras, los iconos de la cultura pop, la industria del entretenimiento, el cine, el deporte y la música, la amenaza omnipresente del terrorismo.

Publicada cuando el autor contaba 33 años de edad y ambientada en EE UU en torno al año 2025, La broma infinita propicia el entrecruzamiento de una portentosa diversidad de registros: de la trigonometría al tenis, pasando por las drogas, la estética grunge, la filosofía, y el cine. Por medio de un lenguaje en estado permanente de incandescencia, la novela lleva a cabo una sátira despiadada de nuestro tiempo, a la vez que un conmovedor escrutinio de la soledad del individuo.

Tuve ocasión de entrevistar a David Foster Wallace para EL PAÍS en dos ocasiones. Hablando de su magnum opus, el escritor se lamentó de que a casi todo el mundo se le hubieran escapado los aspectos más sombríos de la novela, que consideraba una obra cargada de matices trágicos: "Desde un punto de vista materialista", declaró entonces el autor, "los Estados Unidos son un buen lugar para vivir. La economía es muy potente, y el país nada en la abundancia. Y sin embargo, a pesar de todo eso, entre la gente de mi edad, incluso los que pertenecemos a una clase acomodada que no ha sido víctima de ningún tipo de discriminación, hay una sensación de malestar, una tristeza y una desconexión muy profundas. Sobre nosotros sigue pesando la sombra de episodios históricos recientes, como Vietnam o el Watergate y ahora, el desastre que se avecina con la matanza que está a punto de comenzar en Irak". Señalando otro de los aspectos fundamentales del libro, añadió: "Otro tema central de la novela es el fenómeno de la adicción como síntoma del malestar de la sociedad capitalista: desde las drogas hasta otras formas más genéricas de adicción".

Con posterioridad a La broma infinita, Wallace publicó colecciones de cuentos y ensayos, entre los que destacan Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer (1997), Breves entrevistas con hombres repulsivos (1999), Historia abreviada del infinito (2003), Olvido (2004) y Hablemos de langostas (2005). David Foster Wallace ejerció una influencia considerable entre los jóvenes novelistas de su país, así como entre los europeos. Su obra ha sido traducida ejemplarmente en nuestro país por el novelista Javier Calvo.

Una de las intuiciones más llamativas de Wallace es su lúcida valoración del papel que le corresponde a la televisión que, tras superar un estado infantil, consideraba que estaba llamado a ser uno de los repositorios de las formas narrativas del futuro. "Nuestra relación con la realidad está violentamente mediatizada por el impacto de los medios visuales y la tecnología, sobre todo la televisión. Creo que la literatura seria mantiene una relación sumamente compleja y ambivalente con la industria del entretenimiento en general".

En este sentido, el novelista estadounidense tenía ciertas reservas acerca de la omnipotencia de Internet: "No nos engañemos: la Red no es más que una avalancha de información, un laissez faire salvaje, sin estándares éticos. Se acosa al consumidor con un aluvión de ofertas seductoras, sin ayudarle a discernir a la hora de elegir. La explosión punto.com es la destilación de la ética capitalista en estado químicamente puro".

Campeón del experimentalismo, siempre tuvo claro que no podía quedarse en un mero juego de artificio realizado en el vacío: "Lo esencial es la emoción. La escritura tiene que estar viva, y aunque no sé cómo explicarlo, se trata de algo muy sencillo: desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en la boca del estómago. Lo demás no sirve para nada".

La inesperada desaparición del escritor en plena posesión de su talento ha causado una profunda desazón entre sus seguidores: éramos muchos los que estábamos convencidos de que lo mejor de David Foster Wallace estaba aún por llegar.

Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes de Nueva York, ganó el Premio Nadal 2006 con su primera novela, Llámame Brooklyn. Su próximo libro, Ladrón de mapas (Destino) saldrá en octubre.


miércoles, septiembre 17, 2008

De qué murió Edgar Allan Poe...


La causa que produjo la muerte del escritor Edgar Allan Poe es tan enigmática como lo son algunos de sus cuentos. En realidad se han tejido muchas versiones, se han creado leyendas, hasta se han escrito tratados sobre la base de hipotesis que han sido construidas con la finalidad de explicarnos de qué murió el escritor ; pero el resultado final siempre ha sido (y seguirá siendo) lo mismo: dudas y más dudas. En estos días aprovechando un breve descanso aproveché para visitar algunos de mis blog favoritos entre los que se cuentan el Blog de un médico Peruano: Historias clínicas. En él el médico Aldo Vivar nos ofrece algunas pistas que nos pueden guiar hacia el conocimiento de las verdaderas causas que produjeron la muerte de Edgar Allan Poe, les dejo aquí el enlace: http://historiasclinicas.blogspot.com/

lunes, septiembre 15, 2008

Murió David Foster Wallace...(uno de los nuestros)

Una lamentable noticia informan hoy los matutinos Limeños: la muerte del escritor norteamericano David Foster Wallace, quien habría decidido poner fin a su vida vía el suicidio (fue hallado ahorcado por su esposa, en su casa), y todo esto: a los 46 años de edad. Dentro de toda la estela de los más recientes e importantes escritores gringos (Rick Moddy, Denis Johnson, Palahniuk, entre otros covoyes) no puede dejar de mencionarse a David Foster.

En el verano pasado tuve la oportunidad de conocerlo y leerlo (vía recomendación de un Blog Argentino) a raíz de la circulación en Lima de un cúmulo de cuentos divertidos y memoriosos (aún recuerdo el ficcional y fracasado escritor que gana un premio de Literatura) reunidos bajo un título digno de recordación: "Entrevistas breves con hombres repulsivos". Desde esta esquina sin importancia anoto esto: descansa en paz David.