miércoles, febrero 20, 2008

Espacios vitales....

Uno se pasa la vida escapando y cuanto más lejos mejor. Los viejos dadaístas decían que estar sentado un minuto en una silla es poner la vida en peligro. Entiendo que esa es la vital necesidad del movimiento, la que nos impulsa a viajar a un lugar donde podamos triturar la rutina y el trance diario convertirlo en una cura de sueño en medio de un espacio ubicado entre el desierto y el mar, espacio que privilegia el silencio antes que nada. No celular, no sonidos de la impresora, no timbres del teléfono, no correos electrónicos, no aspirinas ni excedrín migraña, ni una pila de papeles que revisar, ni tensiones que dominar en técnicas de Kung Fu para ejecutivos. Ni edificios, ni putas ciudades. Es el movimiento lo que me trajo a un rincón del paraíso al norte del Perú, porque siempre habrá algún rincón del paraíso a donde moverse y oxigenarse, 8 días me refugié en Vichayito y la vida se hizo plena, diría: se hizo real.

Gracias a la cariñosa hospitalidad del viejo tablista peruano Georg Linder y su hermosa esposa Francesa (dueños de un hermoso refugio en la solitaria playa de Vichayito, en Organos), quienes nos despertaron a las 5:30 de la mañana para partir en un arenero rumbo a Cabo Blanco para ver a la cofradía hemingway, una pandilla de locos surfistas que aprovecha la marea alta de esa temprana hora para retar al mar. Si hay días inolvidables, fueron precisamente estos.










La pandilla de surfeadores de Cabo Blanco, retando la mañana y las olas.


0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal