jueves, enero 03, 2008

Unos Rajes que no convencen: la última entrega de Pedro Salinas..

Lo más gratificante que puedo decir del libro Rajes del oficio de Pedro salinas es que evité comprarlo. Tengo mis razones entre las cuales destaca el hecho que cada que el periodista publica un libro a uno siempre le sale chueca la inversión, y no estamos precisamente en tiempos de botar la plata por nada, a pesar de la supuesta abundancia de royaltines que sermonea Alan García hay en el Perú, pero que sólo parece existir en su imaginación (o en su cuenta).

Este su servidor tan juicioso y ligero como siempre no se le presentó mejor escenario que aprovechar su tiempo de ocio en una librería Limeña y darle una revisada al publicitado libro (esa publicidad incluía cuetones de casi toda la prensa).

Es cierto que Salinas le imprime algunas esporádicas notas divertidas (algo aprende el burro, tras años de ejercicio), pero salvo una excepción (Hildebrant pese a quien le pese, siempre es una excepción), esos rajes son bien limeños, y cuando digo limeño es que las respuestas de los entrevistados circundan el temor, la poca claridad, y ese mediocre espíritu de no ser confrontacional. Es decir: tontos, suaves, cojudos y maricones.
Lo que más se observa en la respuesta de los entrevistados es la orfandad de ingenio, y con ello el nulo humor negro. Ese fino humor negro que sólo es capaz de producir la inteligencia de la que, lamentablemente, muchos de los allí entrevistados han demostrado carecerla. Un ejemplo claro es Bayly cuyas respuestas son como sus candorosas novelitas, es decir más de lo mismo: chico-pituco-desarraigado-gay-que le apesta el Perú (colón, hermanito).

Menos mal que en el Perú hay un antecedente similar en lo que ha entrevista se refiere, antecedente que sí produjo lo que muy en el fondo hubiera querido producir Salinas: un terremoto y una memoriosa trifulca. Y aunque dicha hecatombe la ocasionó un Peruano en la España de Pío Baroja (la mayoría de entrevistados eran Españolotes), vale la pena traerlo a colación para que no se diga lo que con torpeza y mucha ignorancia ciertos hocicos vienen ladrando por ahí: que el susodicho periodista marca un hito en este tipo de publicaciones.

Me estoy refiriendo al libro que publicara en España en 1921 el arequipeño Alberto Guillén y al que tituló “La Linterna de Diógenes”. Ahí la navaja, los plomazos, el garrote, el humor ingenioso, la respuesta corrosiva de uno y de otro hicieron que el texto sea el más leído y el más abominable que se haya publicado en España. Los más connotados escritores españoles que en cualquier recital o café eran risas, abrazos y elogios, en privado estos se rajaban de lo más feo, unos a otros. Pero los rajes eran con puñales y no con pañuelo blanco, a tal punto que los adjetivos iban desde: mediocre, torpe, idiota, hasta semihombre, etc.

Guillén no tuvo ningún reparo en plasmar cada entrevista y su raje en un libro, y sacarlo a la luz pública. El más memorable fue el del venezolano exiliado en aquel tiempo en España: Rufino Blanco Fombona ¡! Qué delicioso raje la de este hombre!!, ni los argentinos salieron bien parados, menos los españoles.

El Arequipeño tuvo que regresar al Perú por las amenazas de linchamiento que habían prometido en su contra. El libro hoy en día es una de esas joyas de la literatura peruana que así nomás no se ubica, y que yo atesoro casi como una Biblia.

Dicen que se viene el segundo tomo de Rajes del Oficio, habrá que esperar a ver si en esta oportunidad el buen Pedrito la chunta.


miércoles, enero 02, 2008

Buddy Holly era un boxeador...


Qué calenturas tendrá Máncora que Isidoro (residente desde hace dos años en dicho balneario) en un correo electrónico me comunica que ya culminó su novela a la que tentativamente titulará "Buddy Holly era un Boxeador". Novela que transita las noches de fiesta y carnaval en los barrios Piuranos, y que es además -según sus propias líneas- un testimonio histórico del Rockanroll y la Cumbia que se bailó y se cantó (aún se canta) en dichas tierras.

Isidoro, quien a sus 45 años aún presume de inédito, me cuenta que es nacido en Ayabaca, serranía de Piura, pero que de muy niño vivió y estudió en la mismísima Piura, primera ciudad que fundara el criador de cerdos Don Francisco Pizarro. Pero Piura le guarda muy poca memoria a ese chancho, y mas bien hincha pecho por la hermosura de sus mujeres.

"Varón, en mi tierra más de uno hace el amor ha ritmo de Cumbia", agrega el susodicho.

Aduce además Isidoro, casi como saliendo con pié en alto, que no le tiene miedo a la limeñísima crítica y que está dispuesto ha zambullirse en ese estercolero en que se ha convertido la Literatura Peruana de hoy en día (este tío sí se las trae).

¿Lima y sus badulaques escritorcillos, han muerto?, recuérdese aquí que el año pasado el Joven puneño Christian Reynoso publicó una obra contundente titulada "Febrero Lujuria", misma que nos sumerje en los días de festividad de la virgen de la candelaria en Puno. Novela lujuriosa, coqueta y cosmopolita.

Esperemos, aún esperemos, al menos la pistola ya apunta contra todos esos hacedores de pura nadería que hasta ahora solo han demostrado que su verdadero talento radica en como hacerse autobombo y publicidad, produciendo antologías churretas y librillos sin ton ni son. Que Isidoro jale el gatillo.









2007



El 2007 nos dejó algunas muertes , pequeñas victorias ganadas, largos bostezos de aburrimiento, y una que otra publicación interesante. Además nos dió nuevos retos que cumplir, nos colmó de esperanzas e inmediatamente nos desesperanzó (así es este país, cuando creemos que las cosas van bien, sueltan su pedo, y la cagan toda). El 2007 con su látigo nos castigó en sustos mayores y nos hizo volar fuera de Lima en busca de otras cumbres y otros mares. Veremos como nos trata el 2008, qué misiles habrá que detener, de qué bombarderos tendremos que cuidarnos. Estamos siempre alerta desde esta sucia trinchera.


José Carlos Mariátegui y su traficante....

Abimael Guzmán, el terrorista más sanguinario que haya conocido la historia peruana, muy suelto de huesos declaraba que José Carlos Mariategui siendo un Marxista-Leninista: convicto y confeso, aprobaría la lucha armada emprendida por éste en el Perú. Así lo declaró el infeliz en una entrevista echadaza que le hicieran en los años ochentas un popular periódico comunistoide llamado “El Diario”, al que la prensa nacional y una seguidilla de izquieroides de cafetín, temerosos y confundidos, le colgaron el rótulo de la Entrevista del Siglo”.

Abimael Guzmán no sólo demostró nunca haber entendido a Mariátegui sino que además nunca lo conoció en su real dimensión. ¿Puede un fundamentalista haber sido atractivo para un espíritu libre, amante de la vida, el pensamiento, las artes liberales, y sobre todo la tolerancia, como lo fue Mariategui? Sin duda: "No".

El amauta murió a muy temprana edad, y no fue testigo de los horrores producidos por el totalitarismo de los países comunistas.

Lo que si no cabe la menor duda es que si hipotéticamente el Amauta hubiera estado vivo para la época en que Guzmán y su banda iniciaron las olas de violencia en nuestro país, el maestro no sólo los hubiese condenado, sino quizás, como hombre de su tiempo, ya abrazaría otro pensamiento sobre la base de sus primeros postulados que lo inspiraron y que lo convirtieron en el canon más importante de la historia del pensamiento peruano y en el ineludible referente del pensamiento Marxista en Latinoamerica.

No hay que perder de vista que Mariategui fue antes que nada un intelectual y un librepensador, y por encima de ello un disertador tolerante. Esa tolerancia que es la enemiga No. 1 de las ideologías sectarias como la melcocha creada por Guzmán.

Cuando escribo este alegato he de recordar el hermoso y sentido artículo que escribiera Mariátegui cuando falleció quien fuera uno de sus mejores amigos: Don Pedro López Aliaga, nada menos que uno de los pocos aristócratas (en el sentido estricto e histórico de su significado) que tuvo Lima, un burgués de alcurnia y vieja estirpe que siendo hombre preparado, culto e inteligente, siempre se mantuvo alejado de la política peruana ( contrario de los muchos arribistas, arrastrados, y ladrones de su clase). El Amauta escribe estas líneas que no hacen sino confirmar lo arriba escrito, dice así: “Mi temperamento excesivo, mi ideología revolucionaria, no asustaban a don Pedro. Discutíamos, polemizábamos, sin conseguir casi nunca que nuestras ideas y nuestros gustos se acordasen. Pero por la pasión y la sinceridad que poníamos en nuestro diálogo, nos sentíamos muy cerca el uno del otro hasta cuando nuestra tesis parecían más irreductiblemente adversaria y opuestas. No he conocido, en la burguesía peruana, a ningún hombre de tolerancia tan inteligente”. (1)

(1)Publicado en Mundial, Lima, 3 de Abril de 1925.