martes, diciembre 04, 2007

Puerto supe: ese puerto existe...

Saliendo de Lima: a lo largo de la panamericana norte uno puede observar parajes desérticos, casas variopintas que la adornan, caravana de bronceados surfistas, y solitarias granjas de pollos en medio del gris arenal. Esta última me hizo recordar aquellos parajes solitarios y silenciosos que imprimen las películas de D. Cronenberg. Hay algo fantástico en el viaje: mi mujer, en bandolera, conduce el auto tarareando feliz una canción de Juanes, es un extrañísimo suspiro limeño que se ha apropiado de las pistas de la concesión Lima-Pativilca (el Perú se moderniza, carajo, gritan los patrioteros defensores del día del pisco, y de la marmaja también). Pasa Huaral, pasa medio mundo, pasa Huaura, y Huacho, la vilipendiada Huacho es un atracón color naranja como su salchicha. El norte (norte/chico, cumbre de disparatados poetas olvidados, de versos marínos romanticones y salameros, hoy casi todos finados después del boom de ese racumín llamado “cien fuegos”) nos llevaba a Puerto Supe. Y en puerto supe anclamos.
Ese puerto existió toda mi vida, y también para la poeta Blanca Varela, por eso nuestra querida Blanca le puso a su primer poemario (en respuesta a la pregunta que le hiciera Octavio Paz) : “Ese puerto Existe”. Y vaya que existe, allí en Puerto Supe (o Supe Puerto, según los radicales-pescadores-jubilados) nuestra poeta mayor pasó su infancia y la evocaría de esta manera, a saber: Está mi infancia en esta costa/bajo el cielo tan alto/cielo/sombra veloz/nubes de espanto/(…).
La mañana del domingo nos despertó con el desgañitado canto del gallo, con tamales, pan francés, café, y una leve brisa marina. La paz del puerto[1] era un tanque de oxigeno.



[1] A principio de noviembre cuando una mañana del sábado decidimos tanquear de gasolina el auto y hacer ese mini viaje, de regreso del puerto y luego de comer arroz con pato y beber el vino barranquino de la hacienda poblete , recordé que el poeta Juan Ramirez Ruiz había escrito también un memorioso poema llamado “puerto supe”, incluido en ese libro de culto llamado “un par de vueltas por la realidad”.