lunes, mayo 21, 2007

CUZCO SANTO...

Fue Federico More quien recordando lo dicho por Abelardo Gamarra decía que el Perú sin el Imperio de los Incas y sin el Cuzco no sería nada (así de trágico y claro), es decir pasaría por ser un país de hijos bastardos. En la antigua capital de los Incas uno se da cuenta que existe un amor por el Perú y un singularísimo amor por el Cuzco, esto último quizás por el simple hecho de lo que históricamente significó y aún significa el Cuzco para el Peruano y en general para el mestizaje. Ambos amores sin embargo divididos y hasta diría tajados por las heridas del pasado. Uno puede odiar Lima, detestar el Perú, aborrecer los países de Latinoamérica y en general todo el planeta, pero sin embargo seguir queriendo al Cuzco. Eso sentí mientras caminaba por su ciudad (casi como un sarraceno del sahara) convergiendo entre extraños extranjeros, mientras mi retina admiraba sus santuarios y desde la ventana del auto de un viejo amigo (residente en el cuzco e hijo adoptivo del mismo) me maravillaba con el hermoso paisaje del valle sagrado de los Incas. Dicen que la felicidad es apenas lo vagos minutos que quedan registrado en nuestro disco duro, yo veo así la felicidad: un amanecer lluvioso en el cuzco con aroma de café y caliente pan serrano, mis dientes dándole un mordiscón a un choclo con queso en Urubamba, un crocante y dorado "cuy" salido de un horno de barro en Pisac, la sonrisa de mi mujer y la amiga argentina que le jura que el próximo año se mudará a vivir al cuzco, las graciosas ocurrencias de la hija cusqueña de mi amigo que nos arranca mas de una carcajada.

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