miércoles, agosto 02, 2006

MARTÍN ADÁN



Cuentan que el marica Allen Ginsberg se vino al Perú para probar el Ayahuasca, pero también para conocer en Lima al Poeta Martín Adán. Lo abordó en un Bar donde el Poeta solía sentarse desde las primeras luces del alba. Entonces el marica quedó prendao.


Cuando joven soñaba en convertirse en escritor, hecho un manojo de nervios, con gomina en el pelo, zapatos macario y un libro de Proust metido en el bolsillo trasero de su pantalón dril, Oswaldo Reynoso se acercó al Poeta Martín Adán para entregarle el primer manuscrito de su obra inicial “Los Inocentes”, y el poeta Adán, (luego de leer )con tufo a pisco y a gallo de pelea, enseñándole un revólver dentro de su largo gabán negro (sin botones y abrochado con imperdible), profetizó: “Serás un escritor que sufrirá en el Perú”. Ya sabemos que, por mucho tiempo, las escorias de una Lima vieja, conservadora y aristocrática, mierdera hasta el asco, censuró a Reynoso.


Cara de ganso, andarín y mochilero, cruzador de fronteras (como si de amarrarse los pasadores del zapato se tratara) y poeta desde tiempos del infrarrealismo Mexicano, onírico él, Roberto Bolaño en una servilletita de un café ubicado en la localidad española de gerundense ( Blanes), le escribió a la guapa dependiente que le traía el capuchino: “Soñé que tenía dieciséis y que Martín Adán me daba clases de piano. Los dedos del viejo, largos como los del Fantástico Hombre de Goma, se hundían en el suelo y tecleaban sobre una cadena de volcanes subterráneos”.

Ojo de nutria, “loco lindo” y tinta de desvelo, fatigoso paseador de los subtes del México DF y hacedor de una adolescencia bisciesta que nunca se le fue, poesía amenazante como una navaja en tu cuello y luego el atestado policial; Mario Santiago Papasquiaro, el del beso eterno y la devoción cherokee, cuenta frente a la tumba de Pepe Revueltas (mirando el cielo color plata quemada) que un día conversó con Martín Adán y le dio detalles del asunto: “Conversando con Martín Adán” La intemperie con trago sabe a nube cargada/ sabe a lluvia con rayos a mujer/ con diadema a jardín de linternas/ a guisado de rábanos./ Hasta el frío es blandito/ con tequila antorchado/ con anís mono araña/ con cerveza-mapache/ con saliva que ríe & salpica sus dardos..”


Cecilia Peschero –colaboradora de Borges- solicita, pide, interroga, será su primer artículo para el diario la Nación, quiere graduarse la chica, “quiero hablar de usted maestro Martín Adán”, Cecilia Peschero le escribe una carta, que más que una carta es una súplica, y a Ceci le tiembla la mano al momento de redactarla y se le corre la panti, y se le suelta el sostén, y del rimel ni que hablar. Entonces, Ceci, toma aire y redacta: Martín Adán ¿El motivo de esta carta? Además del simplemente afectuoso, que es el más importante, este otro: pedirle a usted datos sobre su propia vida, si es posible, contados con toda la sal que usted sabe poner en cuanto dice y escribe, porque he ofrecido un artículo sobre usted en La Nación... yo recién comienzo a publicar allí y quiero escribir un artículo humano, en el que se sienta su sangre y su piel... Sé que todo este asunto puede resultarle muy fastidioso. Pero en nombre de la simpatía que nos unió en cuanto nos conocimos, en nombre del cariño que yo le tengo, en nombre de mi profunda admiración por usted, por favor acceda a mis ruegos. Deje usted de lado toda su bohemia o vuélquela íntegra en lo que me escriba y... hábleme de usted. ¿Lohará?

La respuesta del Poeta vino en forma de Poema “ ¿Quieres tú saber de mi vida?/ Yo sólo sé de mi paso, De mi peso, De mi tristeza y de mi zapato./ ¿Por qué preguntas quién soy, Adónde voy?... Porque sabes harto/ Lo del Poeta, el duro/ Y sensible volumen de ser mi humano, Que es un cuerpo y vocación, Sin embargo./ Si nací, lo recuerda el Año/ Aquel de quien no me acuerdo/ Porque vivo, porque me mato...”.(escrito a ciegas).

Cuenta Alonso Cueto que en 1985 y en plena efervescencia electoral, cuando Emilio Westphalen fue a visitar a su viejo amigo Martín Adán, al hospicio donde se hallaba internado, éste desde la penumbra de su habitación le recibió con gran emoción. En plena charla, el Poeta Adán, con la ingenuidad de un adolescente, le pregunta al Westphalen ¿ese tal Alan García, existe?. Si existe -le contestó Westphalen- “Pues yo pensaba que era un invento de Luis Alberto Sánchez", "Él inventó el Apra y la Literatura peruana, así que pensé que, a lo mejor, había inventado a Alan García" Contestó Adán.


lunes, julio 31, 2006

LA LINTERNA DE DIOGENES: ALBERTO GUILLEN



Ayer anduve husmeando en la FIL de Lima (Feria Internacional de Libro), y la verdad es que estas ferias son una joda. Los libros siguen siendo igual de caros como las ofrecen en las Librerias; y si uno va con su modesta lista de obras que quiere adquirir, en ningún puto puesto las encuentra, ni en las editoriales internacionales, ni en sus distribuidores. Señor tiene a este fulano…..¿cual es el título de la obra? –me pregunta el dependiente-…...tal…..-le respondo-. Luego de pensar la respuesta como si de una pregunta de matemática se tratase, el dependiente me responde: nuestra editorial nos los ha editado……que sí, -le digo- ..que no…que sí –nuevamente, le insisto- que aparece en su página web..-le agrego-.. que no –insiste el dependiente-….…que no sabemos entonces….que tendría que consultar, que vuélvase mañana y le tengo una respuesta….que déjeme su numero de Teléfono (el viejo cuento, nunca llaman)….que esto, que lo otro, que aquello…….. quelaputamadre quelospario, deberían de ofrecernos las cosas decentes que editan y no las gran cantidad de libros inservibles y repetidos.

Anduve husmeando en la FIL de Lima evitando el roce con escritorcillos y aprendices de escritorcillos que, como polilla siempre pululan en ocasiones como esta. Así estaba, diciéndome “lo lamentable y pobrete que es esta feria”, y decidí arrimarme a los puestos roñosos, olor resina y sudor, donde se rematan libros polvorientos y de segunda (si eres alérgico, te jodiste). Ahí donde anclan los estudiantes que están en el dilema “comer o leer” me sumergí a buscar libros como si fuera un golfi o un gato callejero que en las noches (con pezuñitas algo timidas y miradas asustadizas) buscan comida en el basural. Sumergido entre Libros amontonados e inservibles, y aguantando los empujones de mocosos misios, de pelos casposo, ojos hundidos (como enfermos de TBC) y libro en el sobaco, de pronto pesqué una joya, que una Joya, un Joyón en medio de esa ruma de libros viejos (de hojas amarillentas y ediciones tipográficas). Dicho joyón lleva por título “La Linterna de Diógenes” de Alberto Guillén, en una edición antigua, de 1923, en impresión tipográfica. Se me hizo el día.

El Joven Guillen (Peruano y Arequipeño, lo que ya es un problema), andarín y achorao iconoclasta, de valiosa tinta, estuvo joven en España donde, tinta contaminada y líbelo en mano, armó mas de una trifulca. Desde ese momento andaba ya malograo, se volvió sospechoso y un jijuna de gran valía y coraje. En su estadía Española visitó a todos los escritores que en ese momento eran los mas representativos de la elite cultura e intelectual de España, es decir los más más, los men del asunto literaturítico, desde Azorín hasta el inigualable Pio Baroja.

Cada una de esas visitas y las impresiones de estas (y estos) fueron recogidas en un libro con olor a malicia, con tufillo de burla, con cielo de sorna provocadora y perspicaz lengua larga:
“La Linterna de Diógenes”. Como dice el poema "vomitó la Luz". Guillén iba de peleón y a la contra con los escritores consagrados que, cual cenicientos, lo habían recibido amablemente en sus casas o estudios. Guillén en el Librito acusa sus poses de Dioses, haciéndoles aparecer como payasos en ruina y mediocres vejestorios. Guillén no respetó ni las confidencia privadas, ni las opiniones que un escritor tenía sobre el otro, “ese tal..es un imbécil (pero no escriba eso, Joven Guillén)”. Es decir, dinamita pura. “La Linterna de Diógenes” cuando fue publicado en España (en 1921)le trajo mas de un enemigo al panfleta, situación que a él lo ponía feliz. (No dudo que en Madrid Guillén haya llevado un revólver escondido en su gabán, por si algún resentido lo atacaba).

El canalla Guillén murió en 1935 de Tuberculosis. Demás está decir que cuando en medio de la mugre encontré esta joya, me puse feliz, si hasta era capaz de ruborizarme y decir que la FIL era un maravilla.