sábado, mayo 20, 2006

EL DÍA EN QUE ALBERTO HIDALGO RENUNCIÓ Y DENUNCIÓ AL APRA



De Hidalgo no tenía nada cuando ponía la tinta en el papel, y como todo libelista era un volcán que desbordaba demasiada honestidad a la hora de escribir, antes que poner la barba en remojo. Sabido es la militancia que tuvo Alberto Hidalgo en el partido APRISTA (siendo un hombre tan apasionado, la política no le era ajena) partido al cual se vinculó desde el año de 1930 y al que renunció desilucionado en 1954 tras enrostrar a su máximo líder Víctor Raúl Haya de la Torre el doble discurso que manejaba, esa escopeta de dos cañones que no dudaba en aliarse a dictaduras de baja estofa y al imperialismo yankee, amén de secretos e indeseables crímenes cometidos bajo su rubicunda anuencia y sobre el cual pagarían gente inocente. El velo del silencio casi sepulcral y la inconsecuencia de lo que se dice se escribe y se hace. Pues bien, Alberto Hidalgo escribió una carta explicatoria de porqué renunciaba al APRA, incendiaria carta esta que peligró de ser escrita tras viejos y manidos ofrecimientos Apristas efectuados por debajo de la mesa incitando a renunciar a ella (convite tan común en dicho partido que es casi su ADN). Fiel a su estilo y fiel a su honestidad Alberto Hidalgo se mantuvo en sus trece y a manera de panfleto y desde su auto exilio en Argentina (país que lo acogió constituyendo su segunda patria, y donde integraba la vanguardia de aquella época manteniendo estrechos lazos intelectuales con Borges, Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal, Oliverio Girondo, entre otros), remitió esta carta cuyas partes más resaltantes desde esta trinchera la transcribimos:
POR QUÉ RENUNCIÉ AL APRA (Buenos Aires, Julio de 1954)
“¿Iba yo a permanecer en el partido y guardar un silencio delincuente sólo porque Haya de la Torre me pasara una mano epistolar sobre los hombros? No, evidentemente. Fallaron los cálculos de estos estrategas de la política peruana que no han llegado al gobierno en casi treinta años de luchas y transacciones, como han seguido fallando los de quienes, por comunicaciones telegráficas, postales y telefónicas en que se me ha pedido el desistimiento de mi actitud, creyeron posible neutralizarme ofreciéndome el cargo de ministro en el gobierno que habrá de reemplazar al del señor Odría. Todo ha fallado porque he perdido la confianza y la fé en un gran números de hombres del que fue mi partido. Me voy del aprismo con pena por los años que gasté en él: con amargura porque veo desvanecerse quizá por mucho tiempo las esperanzas de que las ideas socialistas se abrieran paso de nuevo precisamente en el país donde su cuna se meció varios siglos. Me voy a casa, para quedarme probablemente solo, no para alquilarme como algunos ni traicionar como otros y sí para refugiarme en mi vocación de pobre y en mi destino de poesía”


“Mi demanda es el resultado de las ondas meditaciones en que me he sumido últimamente para averiguar las causas que pueden haber determinado a Víctor Raúl Haya de la Torre a malograr su porvenir y el de su partido; a prostituir su conciencia y contagiar la de sus allegados; a dar la espalda a la luz y sumirse en el fango; a ser, de 1932 a 1948, según parece, eje de las actividades criminales imputadas al aprismo, y a convertirse, en 1954, en el traidor número uno a su propio partido y sus propias ideas, el juguete de los afanes imperialistas de los Estados Unidos, el desmemoriado por excelencia de los anhelos de justicia social del pueblo peruano, el apañador de los compañeros que conquistaron posiciones públicas para llenarse de dinero, o de los que, bajo el disfraz de empleados de las Naciones Unidas, son sirvientes y propagandistas de la burocracia y el capital norteamericano.”

“Yo contribuí en grado decisivo a la formación del mito Haya de la Torre. Me equivoqué. Y ahora propongo su demolición. Sus últimos actos demuestran que se haya en proceso de desequilibrio glandular, lo cual ha envenenado su alma, desgastado su carácter, aniquilado su voluntad, de donde la incertidumbre de sus posiciones y propósitos, su femenina versatilidad ante problemas, como los del estado, que requieren, especialmente en quienes aspiran al gobierno, claridad de enfoque y madurez de juicio. Salido de la embajada colombiana lanza declaraciones descabelladas, en pugna con las doctrinas del propio partido que fundara, pero un mes más tarde, cuando se da cuenta que los demás no lo acompañaremos en la apostasía, intenta vaga rectificaciones y la estratagema de que sus palabras fueron tergiversadas por los periodistas, a los que sin embargo no desmintió en seguida, como es de práctica y hubiera sido su deber. Su incapacidad política está, por lo demás, suficientemente probada (...)Benavides lo engañó primero como a un niño cuando se dispuso a suceder a Sánchez Cerro; lo engañó por segunda vez en los primeros tiempos de su gobierno y por tercera cuando le tendió la trampa de Bustamante y Rivero. Sus fracasos me tienen cansado, me han producido fatiga. En general, no merece ni siquiera a sus partidarios, que no tienen la culpa ni de sus errores ni de sus fechorías”.


“De una sana conjunción de afanes saldrá el gran partido que el Perú necesita, el gran partido que pudo ser el APRA y al que su creador mismo sumió en aprobio, de idéntica manera en que algunos cerdos fagocitan a sus vástagos. Debemos tener fe en esto y yo me lleno de júbilo pensando en que así habrá de ser, aunque quizás no lo vea, pues alguien podrá dar en cualquier momento la orden de asesinarme”.
(De Muertos, heridos y contusos; Líbelos de Alberto Hidalgo, Pag.124, 125,130 y132)

martes, mayo 16, 2006

CANTO A LOS ANARQUISTAS CAIDOS SOBRE LA PRIMAVERA DE 1939

Canto a los Anarquistas caídos sobre la Primavera de 1939
No sentiste crisálida aun el peso del aire en tu cuerpo aun sin límites
no hubo deseos alas en tu cuerpo aun sin límites ciega luz no sentiste oh diamante aun intacto el peso del aire.

A lo lejos azules las montañas qué esperan

Por dónde van las águilas cruzan sombras la nieve
Canta el viento en los álamos
los arroyos susurran
las luciérnagas brillan en las noches serenas
olor denso a resina crepitan las hogueras
Con antorchas acosan y dan muerte a los lobos
En combate de luces derrotada la nieve
Nada turba al jazmín al aire florecido
Y sus rubias cabezas sobre la hierba húmeda
Son sus ojos azules un volcán apagado
En el viento naufragan sus cabellos de oro
De sus muslos inmóviles tanta luz que deserta
"Cómo duele en la sombra desear cuerpos muertos".
La mies amarillea
caen a tierra los frutos
Ellos vuelven cansados y no hay luz en sus ojos
Pero los huesos brillan y dividen la noche
Estantigua que danza alrededor del fuego
La hora es del regreso y no hay luz en sus ojos
Salpicaduras al borde del camino
cabellos aplastados
La hora es del regreso tened cuidado aguardan.
Las luciérnagas brillan en las noches serenas.
Canta el viento en los huesos como en álamos
secos entra en el pecho silba y ríe en las mandíbulas
entre las ramas flota de un ruiseñor el canto y como un río
el viento acaricia sus cuencas
A lo lejos azules las montañas qué espera
Una antorcha en la mano de mármol
una llama de gas bajo el arco vacila
Y sus nombres apenas quiebran la luz el aire
Sepultará la tierra tan débiles cenizas
volarán sobre ellas golondrinas y cuervos
sobre ellas rebaños pasarán hacia el Sur
se alzará sobre ellas el sueño de pastores
y desnuda la tierra morirá con la nieve
La hora es del regreso en sus labios asoman olvidadas canciones
rostros contra el poniente
Qué voló de sus labios al cielo y sus ojos azules
qué lava derramaron en qué ocultas laderas
En sus ojos azules se posaba la escarcha
antaño fue el deseo siempre arrancada venda
oh qué fuego voló de sus labios al cielo
aquellos labios rojos que otros nunca olvidaron.
Pero el viento deshace las últimas nieblas
otros creen que es el frío en las manos caídas
Olvidan que la llama no sólo se apaga en sus ojos
que después no es el frío, es aún menos que el frío. (Leopoldo María Panero)